jueves, 9 de enero de 2014
Y abrazar el mar
viernes, 8 de noviembre de 2013
viernes, 30 de marzo de 2012
Lejos de casa
La persona que haya algún día decidido salir de su tierra para iniciar una nueva vida en otro lugar, con otras costumbres, con otra ideología y diga que está feliz y que no extraña el regresar a casa, miente.
Uno nunca deja de extrañar su terruño, su hogar, su comida, su gente… jamás olvidas como huele esa tierra al llover, ese calor que quema hasta las entrañas, la sazón de sus manjares, ni el ruido de la ciudad.
Dejas casa, pero el corazón palpita entre tu gente, tu familia que añora tu regreso.
Es una lucha entre el regresar y el sobrevivir en el lugar en el que ahora te encuentras. El que no haya experimentado esto, seguramente nunca ha tenido que dejar su lugar de origen pa’ buscar un mejor futuro.
Nunca falta quién te desanime a pensar que estabas mejor en casa, que ahí no te hacía falta nada, que sólo te fuiste para sufrir y una sarta de frases que tienen razón, pero no falta que nadie te las diga, el peor enemigo que uno puede tener es uno mismo.
En mi caso personal, decidí salir de mi estado hace algunos meses. Con poco dinero tal vez, con un plan medio planeado de qué hacer, pero con un gran apoyo (no es tan fácil que la gente te apoye). Tengo la ventaja de haber llegado a un hogar donde me han apoyado y me han acogido como alguien más de la familia, me han orientado y me guían como ir a cualquier lugar. Creo que es una de las razones por las que no me he deprimido tanto estando tan lejos de casa.
Pero al salir a la calle y tocar puertas en busca de un empleo me he topado con una y mil catástrofes.
La primera es la competencia, queda siempre la duda de “¿seré yo un buen candidato para el puesto?”…Nunca lo sabes si no te llaman de nuevo. Y si logras una segunda llamada puede ser para decirte “lo siento, me han contratado a alguien más”, que en este caso es el bendito recomendado. Si no tienes palancas o conocidos con influencias en empresas estás casi destinado a que no te contraten, no es una regla, pero es una seguridad.
Salir de casa es echar un volado a la suerte, arriesgar el todo por el todo, cosa que muchos no comprenden. Si bien, es verdad que uno deja a su familia (lo más preciado en la vida), gran parte de la fuerza y el arriesgue es por ellos.
Mi madre aún no se cansa de decirme “regrésate”, pero soy muy terca y si puse en mi lista de metas la Ciudad de México, es para lograrla, para crecer y no regresar a casa hasta que haya comido gran parte de este caótico pastel. Estoy en la lucha, y justo hace unos días mi suerte comienza a tornarse de manera positiva. Debo decir que la lucha no es en vano, luego de haber ido a varias entrevistas, dejar curriculums como si fueran bolsas de dulces, haber desgastado mis zapatos caminando para poder conseguir un buen empleo.
Duele estar lejos de casa, pero muchos necesitamos salir para valorar, buscar mejores opciones, foguearse y vivir diferentes experiencias. Siempre supe que era un alma libre, y hasta hoy lo he comprobado…
martes, 24 de enero de 2012
Entre smog, frío y nubes rojas
A un mes de haber decidido quizá de los más difíciles momentos de mi vida, siento que me he quedado congelada.
No, no es el frío de la Ciudad de México lo que me mantiene estática, es la inconsistencia de las cosas que pensé bien planeadas. Nada ha salido, todo se ha pasmado como la gripe cuando tarda meses en irse del cuerpo.
No me arrepiento de haber salido de mi hábitat cómodo y haber dejado todo, incluso mi razón de existir. Sigo luchado, aunque no lo parezca; tengo miedo, aunque pocos lo perciban. Es un monstruo que desde la primera vez que lo vi, me ganó.
Y aquí estoy, sin concretar mis metas.
Luego de dar un paso gigante me quedé sin aliento para seguir.
No me he dado el tiempo necesario para llorar todo lo que tengo que llorar y esa puede ser una de las razones por las que me siento atiborrada. Los pantalones me quedan grandes, no sé si es el estrés de esta ciudad o si realmente la depresión de salir de casa me ha empañado.
No me rindo tan fácil, así que poco a poco comenzaré a construir todo aquello que siempre he soñado.
Entiendo que no es fácil.
No tengo tiempo para el amor, para los romances, para la faramalla del enamoramiento; tampoco para comer o ponerme triste… eso lo acabo de comprender.
Si nací para luchar, mi armadura raspada me tiene que servir hasta conseguir la victoria.
domingo, 28 de agosto de 2011
Un día te das cuenta quien eres
Y un día comprendes que nunca fuiste tan villano como las películas esas churrescas que suelen hacer para cautivar públicos que salen lamentándose o mentándole la madre al director del filme.
Un día así de la nada, te das cuenta que por más que corras, sueles terminar en el mismo lugar en el que comenzaste. Con las mismas personas; con unos años de más y unos kilos de menos.
Es absurdo que lo único que ganas con el tiempo es experiencia, la cual a muchos les sirve para una chingada; a otros les sirve de ejemplo para pregonar el “te lo dije”, pero al final ni ellos mismos se dan cuenta de lo que sucedió.
Así me quedé en este momento ¿Pues que chingados pasó?, yo me acuerdo que iba bien, con todo fluyendo de la mejor manera y ¡ráscate! Que todo sale contrario a lo que pensaba.
Un día descubres que nunca estuviste tan enamorado para sentir que flotabas sobre la ciudad, y de pronto rompieron en mil partes esa ilusión a la que la gente le llamó “corazón” y que ahora maldices por haber sido parte de una tomada de greña.
Un día te miras y te comienzas a recordar que de niño soñabas, si leíste bien “soñabas”, ahora solo pasas noches en vela debido al cabrón insomnio que obstruye tu realidad y te hace parecer intelectual o bien chambeador con esas ojeras tamaño mapamundi (si, esos que usabas cuando eras niño precisamente).
Luego vas sacando cuentas de todo aquello que tienes y podrás tener un teléfono bien chingón, un trabajo poca madre, ropa, accesorios, una casa bien equipada y con todos los lujos posibles; un carro afuera… pero no tienes con quien compartirlo.
Y si te pones a pensar en todas las veces que dijiste “no” deseando decir “si”, te podrás dar cuenta que llenarías de frustraciones toda la muralla china.
Sabes que aunque cambies de ciudad, de nombre y de facha no podrás ocultar esas marcas de tu rostro, ese mirar que te ha dejado la vida, esa personalidad que indudablemente te hace ser único, auténtico; aunque al final, sepas y comprendas que eres una estadística más, un ciudadano de este mundo, un pasajero más en esta vida, un ser humano que busca la felicidad y que ya que la tiene en sus manos no sabe que hacer con ella… disfrútala, y no pienses más.
sábado, 18 de junio de 2011
Zona de peligro
viernes, 3 de junio de 2011
Periodistas hablan del mundo policiaco
Difícil tarea. En una charla con alumnos de la U de O, tres reporteros de la casa editorial de el debate compartieron anécdotas de su ardua labor.
>>Expertos en información. "Cuando te gusta lo que haces, no te importa la hora que sea, tu te vas a cubrir el hecho policiaco y dejas todo a un lado", dijo Noel Vizcarra, quien lleva más de seis años como periodista en el rotativo con mayor audiencia en todo el estado de Sinaloa. Comentó cómo su hambre por trabajar lo llevó de ser un estudiante y cargador en su natal Guamúchil, para emprender un largo trayecto en uno de los oficios más riesgosos en México; el periodismo.
"La primera vez que hice una nota, tardé un día entero y no pude terminarla", recuerda Rafael Inés, quien lleva 21 años ejerciendo el periodismo y 18 de ellos con EL DEBATE, especialista en la nota policiaca, con un centenar de experiencias y uno de los testigos vivientes de la transformación violenta que despertó desde hace dos años al norte de la entidad sinaloense.
Al final de la conferencia los universitarios externaron sus inquietudes y comentarios sobre la objetividad, la línea editorial que se sigue, la sensibilidad y la diferencia entre hacer periodismo o simplemente salir a reportear lo que pasa cotidianamente en escenarios donde el sujeto más importante de la nota es un número más a la lista de más de 40 mil ejecuciones en el país.