viernes, 30 de marzo de 2012

Lejos de casa


La persona que haya algún día decidido salir de su tierra para iniciar una nueva vida en otro lugar, con otras costumbres, con otra ideología y diga que está feliz y que no extraña el regresar a casa, miente.

Uno nunca deja de extrañar su terruño, su hogar, su comida, su gente… jamás olvidas como huele esa tierra al llover, ese calor que quema hasta las entrañas, la sazón de sus manjares, ni el ruido de la ciudad.

Dejas casa, pero el corazón palpita entre tu gente, tu familia que añora tu regreso.

Es una lucha entre el regresar y el sobrevivir en el lugar en el que ahora te encuentras. El que no haya experimentado esto, seguramente nunca ha tenido que dejar su lugar de origen pa’ buscar un mejor futuro.

Nunca falta quién te desanime a pensar que estabas mejor en casa, que ahí no te hacía falta nada, que sólo te fuiste para sufrir y una sarta de frases que tienen razón, pero no falta que nadie te las diga, el peor enemigo que uno puede tener es uno mismo.

En mi caso personal, decidí salir de mi estado hace algunos meses. Con poco dinero tal vez, con un plan medio planeado de qué hacer, pero con un gran apoyo (no es tan fácil que la gente te apoye). Tengo la ventaja de haber llegado a un hogar donde me han apoyado y me han acogido como alguien más de la familia, me han orientado y me guían como ir a cualquier lugar. Creo que es una de las razones por las que no me he deprimido tanto estando tan lejos de casa.

Pero al salir a la calle y tocar puertas en busca de un empleo me he topado con una y mil catástrofes.

La primera es la competencia, queda siempre la duda de “¿seré yo un buen candidato para el puesto?”…Nunca lo sabes si no te llaman de nuevo. Y si logras una segunda llamada puede ser para decirte “lo siento, me han contratado a alguien más”, que en este caso es el bendito recomendado. Si no tienes palancas o conocidos con influencias en empresas estás casi destinado a que no te contraten, no es una regla, pero es una seguridad.

Salir de casa es echar un volado a la suerte, arriesgar el todo por el todo, cosa que muchos no comprenden. Si bien, es verdad que uno deja a su familia (lo más preciado en la vida), gran parte de la fuerza y el arriesgue es por ellos.

Mi madre aún no se cansa de decirme “regrésate”, pero soy muy terca y si puse en mi lista de metas la Ciudad de México, es para lograrla, para crecer y no regresar a casa hasta que haya comido gran parte de este caótico pastel. Estoy en la lucha, y justo hace unos días mi suerte comienza a tornarse de manera positiva. Debo decir que la lucha no es en vano, luego de haber ido a varias entrevistas, dejar curriculums como si fueran bolsas de dulces, haber desgastado mis zapatos caminando para poder conseguir un buen empleo.

Duele estar lejos de casa, pero muchos necesitamos salir para valorar, buscar mejores opciones, foguearse y vivir diferentes experiencias. Siempre supe que era un alma libre, y hasta hoy lo he comprobado…

martes, 24 de enero de 2012

Entre smog, frío y nubes rojas




A un mes de haber decidido quizá de los más difíciles momentos de mi vida, siento que me he quedado congelada.

No, no es el frío de la Ciudad de México lo que me mantiene estática, es la inconsistencia de las cosas que pensé bien planeadas. Nada ha salido, todo se ha pasmado como la gripe cuando tarda meses en irse del cuerpo.

No me arrepiento de haber salido de mi hábitat cómodo y haber dejado todo, incluso mi razón de existir. Sigo luchado, aunque no lo parezca; tengo miedo, aunque pocos lo perciban. Es un monstruo que desde la primera vez que lo vi, me ganó.

Y aquí estoy, sin concretar mis metas.

Luego de dar un paso gigante me quedé sin aliento para seguir.

No me he dado el tiempo necesario para llorar todo lo que tengo que llorar y esa puede ser una de las razones por las que me siento atiborrada. Los pantalones me quedan grandes, no sé si es el estrés de esta ciudad o si realmente la depresión de salir de casa me ha empañado.

No me rindo tan fácil, así que poco a poco comenzaré a construir todo aquello que siempre he soñado.

Entiendo que no es fácil.

No tengo tiempo para el amor, para los romances, para la faramalla del enamoramiento; tampoco para comer o ponerme triste… eso lo acabo de comprender.

Si nací para luchar, mi armadura raspada me tiene que servir hasta conseguir la victoria.

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Soy una persona...solo eso, para que decir mas?
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