Cuando dicen que la belleza cuesta, es muy cierto. Cuesta afrontarte al espejo y ver que el reflejo de lo que visualizas no es más que una percepción de ti mismo, no es un retrato de esos que a veces mienten, tampoco es lo que piensas que ven los demás de ti. Eres tú afrontándote a una realidad que está ahí frente a tus ojos, realidad que no puedes cambiar por más maquillaje que te pongas en el rostro, si te peinas de diferente manera no importará sigues viendo esos defectos que tal vez nadie más ve de ti. Cierras los ojos y recercas cuanto has querido ser bella sin sacrificios, pero eso no existe, la vida es dura y conseguir esa estética de revista adoptada en tiempos modernos donde no importa el color ni la prenda pero si que sea la más pequeña de la tienda. Tú, que quieres ser la más flaca de tus amigas por que te ha educado en una sociedad materialista y te prohíben comer de más. Tu dieta diaria se restringe a media lechuga y muchos litros de agua, luego viene el ejercicio ese que te cuesta más trabajo, ese que te pesa y te cala no por el desgaste que te ocasiona, sino por que vez a tu alrededor el sinónimo de narcisismo puro en cada espejo, vez cuerpos moldeados y duros que se miran coqueteándose a si mismos. Nadie te dijo que al llegar a este planeta la belleza es un sacrificio y una constante lucha con la persona que vez frente a tu espejo, nadie te dijo que las criticas de los demás serán juegos de niños, pues las ofensas más horrendas son las que tu misma te dices. Tú eres tu peor enemiga y sabes que todo duele y causa un efecto, eso es lo que ahora esperas. Por último, una pregunta: ¿Te sientes feliz?
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